martes, 29 de noviembre de 2011

La tristeza del samurai.


He acabado de leer "Sopa de cristales" de Jonathan Carroll. Digamos que no me ha gustado mucho, por no decir que tenía unas ganas locas de acabarlo. Yo es que me aferro mucho a la realidad y este libro me ha superado. Una mezcla de vida y muerte, sueño y realidad, que no he acabado de comprender o de disfrutar. Pero para eso están los libros, para leerlos y que cada uno los disfrute según pueda.

Ahora he comenzado "La tristeza del samurai". Veremos a ver qué le apena al japonés....

jueves, 24 de noviembre de 2011

Quejas añejas.










Ordenando un armario he encontrado en una carpeta este texto que escribí hace muchos años, quizá más de veinte años. A la vez que ya me dice poco, me recuerda momentos que pasé, extraños momentos de adolescencia tardía...


Quejas:

Me he de quejar y ya. No hay derecho a tener la espalda torcida. No hay derecho a que no haya izquierda. No hay derecho a que unos tengan tanto y a otros se lo roben todo.

En este mundo vil que nos ha tocado vivir se te pegan las paredes del estomago cuando tienes hambre. La boca se llena de dientes y los oídos estallan de dolor, los pelos crecen hacia dentro y los ojos lloran leche desnatada, la nariz huele a labio descompuesto. La barbilla te duele y sangra, te pica, te arrascas y te manchas las manos de sangre roja pegajosa que se te queda entre las uñas coagulada. Afilas las uñas contra el mármol, cierras los ojos y no ves nada. La oscuridad se ha adueñado de ti, ¡qué tranquilidad!

En la oscuridad de los ojos un punto amarillo surge, se mueve, poco a poco, rápido, desaparece, vuelve, ¿lo ves?, ya no está, ¡míralo! Abres los ojos, miras tus manos y se te caen a trozos, como barro seco. Lloras, gimes, y te lamentas y vuelves a cerrar los ojos, ahora todo es blanco, abres los ojos y tus manos, limpias, secas, te tocan la frente, el pelo, la nuca, el hombro, el cuello, el pecho, el codo, te haces un nudo y te atas. Intentas soltarte y no puedes, tus miembros empiezan a enrojecer, tu cabeza se hincha, los ojos se salen, tu nariz sangra y te despiertas en la cama, miras a la derecha, y no ves nada, miras a la izquierda y tampoco. No miras y lo ves todo. Está ahí, lo intentas coger y no lo alcanzas, te levantas, te lavas, te vistes, y te vas.